dimarts, 3 de gener del 2017

El amor en los tiempos del consumo, Sheila Pamela L. Cifuentes


Ilustración autoría de Annie Gonzaga Lorde
Ilustración de Annie Gonzaga Lorde


Cuando una se enamora, la corazona y la cuerpa son lugar de múltiples emociones y sentimientos, lo malo no es sentir, sino la forma en cómo llevamos a la praxis esas emociones.

El capitalismo nos ha invadido a tal grado de cosificar a las personas, haciéndolas (y haciéndonos) gustosas para el consumo, incluso en la manera en que nos acercamos a las personas es en este mecanismo. Nos acercamos a alguien porque “nos gustó”, e incluso erotizamos antes de conocer. Pensamos en qué tanta probabilidad hay de follar o al menos “de unos besos” con esa persona.


Consumimos cuerpas.


Consumimos personas.


Y no sólo es consumir a otras, es consumirnos a nosotras mismas cuando comenzamos a enajenarnos pensando demasiado tiempo en esa/s persona/s que nos atrae/n.



De aquí parten muchos problemas, por ejemplo, los celos, enajenarse pensando en cómo esa persona puede estar sintiendo/pensando en alguien que no sea nosotras; la posesión, el pensar en que nos pertenecen y por ende deben hacer sólo lo que una les permita o sólo lo que a una le parezca y le haga sentir bien. Volvemos objetos a las personas, objetos para nuestro bienestar, para nuestro placer.
Puesto que, aunque no se quiera, las personas siguen siendo personas y teniendo un libre albedrío de hacer, sentir y pensar lo que les plazca, inevitablemente el drama llegará y con ello el dolor, ¿porqué llegar a este punto? ¿Que acaso el amor no es estar feliz?


Si el amor no lo puede todo, mucho menos el control.


Una pasa demasiado tiempo pensando en el amor (y que no es casual que seamos las mujeres quienes más tendemos a esto, porque claro, ellOs tienen cosas “más importantes” en las cuales enfocarse).
¿Porqué aferrarse a alguien? ¿Miedo a la soledad? ¿Miedo a no ser feliz nunca?


Si se sufre para encontrar felicidad, creo que hay que replantearse si en serio es el camino adecuado. Escucharse y comenzar a creer en una misma son fundamentales para fugarse del caminito del amor destructivo, si no nos gustan nuestros auto-apapachos ¿porqué los de otrxs sí?


Disfrutar más, que nada es para siempre.


Noamar* más, que con relaciones más libres y más gozosas, la corazona explota de una manera hasta mágica.


Dejar fluir, que apresurar no funciona, dejar que todo se vaya acomodando y disfrutar los procesos y momentos.


Una vida sin drama es una vida más tranquila y feliz.

*El término -noamor-, acuñado por las lesboterroristas, me parece grandioso dado que es un rechazo directo a lo que se ha dicho que debe ser el amor y todas sus cosas dolorosas.

republicado desde la critica

2 comentaris:

  1. Desde nuestra mirada, hasta los modos de relacion, pasando por aquello que nos estimula, hablan más de una actitud adoctrinada que de un gusto propio. El gusto propio es una especie de discidencia difícil y valiente que tu propio grupo de pertenencia desacretita para sostener el estado genérico de las cosas.

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  2. Todo está cosificado, hasta la manera de mirar. Cuando miramos, nos despersonalizamos y despersonalizamos al otro. En ciertas personas se nota más. Nunca el amor y el deseo fueron tan ciegos como en la era de la hiper-imagen. Más miramos, más nos alejamos de nosotros mismos y del otro.

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